lunes, 10 de agosto de 2015

Comparaciones odiosas

Hace tiempo tenía ganas de escribir sobre este tema pero no sabía en realidad cómo abordarlo, si solicitar información anexa a algún especialista amigo, si hablarlo desde experiencias compartidas, entre otras opciones; sin embargo, luego de darle muchas vueltas, decidí escribirlo desde mi perspectiva esperando que mi relato sirva de experiencia a otras personas que se ven abrumadas por este tipo de prácticas subversivas por así denominarlas.

Pasa que tengo un niño de dos años y medio y otro de 4 meses y desde el día uno de mi maternidad, e incluso antes, desde que estaba esperando al primero, me vi expuesta (y mis hijos de paso) a las comparaciones odiosas que tanto cercanos como personas X realizan gratuitamente, como si a eso se dedicaran en la vida. 

Las comparaciones pasaban desde cosas tan nimias (quizás) como "¿tanta guata tienes?, si recién tienes 6 meses", o "¿ya te salieron estrías?", por nombrar sólo alguna; y cuando nacen, las comparaciones se vuelven peores "se parece más al papá", "oye pero duerme todo el día...hubieses visto a mi hijo, ¡no me dejaba hacer nada!" y a medida que va avanzando el tiempo las comparaciones te terminan por cuestionar tu rol de mamá "¿aún no le sacas los pañales?", o "¿aún no habla?, el mío hablaba como loro desde el año de edad" y así sucesivamente, a medida que pasa el tiempo las comparaciones van aumentando y ya no sólo se circunscriben a el hijo de una persona versus el tuyo, sino que con el nuevo hijo surgen las comparaciones entre hermanos que muchas veces en vez de hacerte sentir bien o tranquila (que es el supuesto objetivo que tienen), te insegurizan más. 

Los adultos tenemos un afán por nivelar a los pequeños siendo que entre nosotros mismos podemos notar habilidads, destrezas o dominios diferentes: uno juega mejor a la pelota, otro al volleyball; uno pinta y el otro toca guitarra; uno es negado con el arte, el otro baila espectacular; uno es porro como el solo y el otro muy aplicado; y así sucesivamente. Sin embargo, eso mismo que entre nosotros parece tan atractivo lo consideramos perjudicial entre los niños y creemos que nuestros hijos deben desarrollar todas las habilidades y potencialidades habidas y por haber como si la falta de una lo convirtiera en peor persona. Está bien tener una tabla comparativa de peso, estatura, habilidades motrices y de lenguaje, por nombrar algunas, pero eso no quiere decir que el desarrollo de los niños debe ser uniforme y que todos a ciertos meses o edades deben tener las mismas capacidades. Los niños son maravillosos, son universos y mundos únicos e irrepetibles que debemos disfrutar en su invidualidad, evitando homogeneizar conductas o patrones que sólo pueden conllevar a desarrollar una falta de identidad de los pequeños.

Comparar en general no es bueno, ni con un amigo, familiar, colega o par. Siempre se nos ha inculcado la idea de que los únicos referentes que debemos tener en la vida somos nosotros mismos situación que claramente olvidamos entre los niños y pasamos de comparaciones divertidas a otras totalmente denigratorias lo que puede traer consecuencias impensadas tanto para quien la recibe como para quienes lo están formando. El deporte nacional de compararlo todo puede lleva al cuestionamiento de los padres de su forma de actuar frente a sus hijos y de criarlos, generando a la larga problemas internos en una familia, falta de iniciativa e incluso, depresión.

Nadie conoce el contexto en que se desarrolla realmente un niño, las condiciones de vida que tiene, los factores hereditarios, el trabajo que se realiza diariamente en su casa, los problemas que aquejan a su familia, entre otras cosas, por lo que antes de criticar una situación determinada o comparar dos vidas distintas, debemos reconocer los factores generales que envuelven a una persona o grupo determinado; por tanto, mientras no logremos reconocer dichos elementos, es mejor hacerse a un lado y ocuparse de su propia realidad.

Utilicemos otras herramientas para dar a entender nuestra preocupación o para destacar algo positivo de una familia, un niño o sus padres. La comparación es un arma simple, básica que no construye nada y sólo genera consecuencias negativas en todos quienes la reciben. 

Seamos más creativos y busquemos la forma de resaltar lo bueno o manifestar nuestra preocupación frente a una situación determinada de otra manera y por último, sino tenemos nada bueno ni positivo que decir a una familia y sus hijos, es mejor mantener la boca cerrada. 






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